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Un lamentable centenario: el golpe de Miguel Primo de Rivera

17 septiembre 2023 18:12 | Actualizado a 18 septiembre 2023 14:00
Cándido Marquesán
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Se conoce como historia contrafactual el ejercicio de imaginar escenarios alternativos que respondan a la pregunta ¿qué hubiera pasado si? ¿Hubiera llegado la II República si Alfonso XIII se hubiera opuesto al golpe militar de Miguel Primo de Rivera? ¿Qué hubiera sucedido si una parte del ejército español en julio de 1936 hubiera respetado la Constitución de 1931? Es lo que voy hacer a continuación, un ejercicio de historia contrafactual, que me lo ha sugerido la lectura del libro de Santos Juliá Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX.

El 13 de septiembre de 1923 se llevó a cabo un golpe militar, no era el primero, ni sería lamentablemente el último en nuestra historia, por parte del general Miguel Primo de Rivera, que realizó el siguiente Manifiesto.

«Al país y al Ejército: Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española) de recoger las ansias, de atender el clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política... Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la patria preparamos. Españoles: ¡Viva España y viva el Rey!».

En cuanto a las causas según el propio dictador, estaban la conflictividad social, los problemas de Marruecos tras el desastre de Annual y el Informe Picasso, que podía salpicar al Rey; las aspiraciones autonómicas de Cataluña; una regeneración política, etc.

El rey recibió al dictador con toda cordialidad y presumió de él ante el rey de Italia como de «mi Mussolini», con lo que se identificó la monarquía con la dictadura

La responsabilidad del golpe militar que acabó con la Constitución de 1876 que, si no fue directo artífice, nada hizo para evitarlo, fue de Alfonso XIII. El rey recibió al dictador con toda cordialidad y pocos meses después presumió de él ante el rey de Italia como de «mi Mussolini», con lo que acabó de identificarse la monarquía con la dictadura.

Por supuesto, la connivencia del rey con el ejército venía de mucho tiempo atrás, al menos desde que obligó a un Parlamento a aceptar en 1906 la «ley de jurisdicciones», con la que los militares respondieron a las protestas por la insubordinación de la guarnición de Barcelona y por su ataque a periódicos satíricos y catalanistas.

El golpe de estado de 1923 trastocó el desarrollo de la política española en aspectos fundamentales. Ante todo, dejó sin respuesta al dilema acerca de las posibilidades de desarrollo democrático de la monarquía constitucional. Raymond Carr lo plantearía con una célebre imagen: Primo de Rivera actuó asegurando que remataba un cuerpo enfermo cuando en realidad estaba estrangulando a un recién nacido; su golpe de Estado triunfó porque asestó el golpe al sistema parlamentario en el momento en que se operaba la transición de la oligarquía a la democracia.

Manuel Azaña, testigo de los hechos, habría compartido la opinión de Carr: el golpe no fue la acción quirúrgica destinada a sajar el cáncer de la vieja política, sino la prueba definitiva de la voluntad de la Corona de liquidar las Cortes precisamente en el momento que iban a hacerse intérpretes de la opinión pública.

Por liquidar de un plumazo 50 años de tradición liberal y parlamentaria, el golpe de Primo de Rivera es uno de los momentos más catastróficos de España

Antes de permitir el funcionamiento con plena libertad del Parlamento prefirieron destruirlo. Por supuesto, lo recién nacido no era el régimen constitucional dotado de un Parlamento, viejo ya de casi 50 años, sino el inicio de su evolución hacia un parlamentarismo democrático, inevitable –como estaba ocurriendo en el Reino Unido, pero allí la monarquía era prestigiosa e impregnada del sentido de modernización política–.

Por ello, el haber liquidado de un plumazo esos 50 años de tradición liberal y parlamentaria, con todas sus deficiencias, el golpe de Primo de Rivera es uno de los momentos más catastróficos de nuestra historia contemporánea. Pues en lugar de esa evolución orgánica hacia la democracia, el golpe de estado legitimó el recurso a la violencia y a las armas para alcanza el poder y cambiar de hecho un régimen político.

La Monarquía podría haber dado ese paso hacia la democratización, por su papel en la política española, y no le hubieran faltado apoyos, mas prefirió elegir otro camino, que al final iba a suponer su caída. Por ende, la Corona y el ejército, a la vez que liquidaron la monarquía constitucional de 1876, pavimentaron el camino hacia la República.

La Historia de España habría podido transcurrir por otros derroteros. Y que no fuera así, hay culpables. Todo conocedor de nuestra historia debería saber que una de las mayores dificultades para la modernización de España ha sido el intervencionismo constante del ejército en la política.

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