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Los pinchazos de los gordos

El medicamento que reduce el apetito es un descubrimiento del laboratorio danés NovoNordisk, que gracias al hallazgo ha logrado facturar más en el último ejercicio que todo el PIB de Dinamarca

22 noviembre 2023 20:30 | Actualizado a 23 noviembre 2023 14:00
Lluís Amiguet
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Primero fue rumor: «Hay un nuevo medicamento que era para la diabetes, pero que ahora te quita el hambre y así te adelgazas sin esforzarte». Los cuñados del planeta fueron contándolo en las sobremesas: «Manoli, la de personal, se había quitado 5 kg en dos meses...». Nada que no hubiéramos oído antes en otros rumores de quitahambres y quitakilos que luego resultaban, como decía mi abuelo, «patrañas: porque, hijos míos, sólo hay un modo de perder peso y es comer menos y los que vivimos la guerra lo sabemos muy bien: sólo estaban gordos los del estraperlo».

Pero esta vez los rumores del fin de la obesidad en la era de la Street food ubicua tenían razón: lo leí en el Financial Times y The Wall Street Journal: el medicamento que te pinchabas tú mismo para dejarte sin ganas de meterte nada en la boca ya eran dos: Ozempic y Wegovy. Se trata de semaglútidos, que ralentizan la digestión y reducen el apetito, un descubrimiento del laboratorio danés NovoNordisk que...Y que han logrado que esa farmacéutica facture más en el último ejercicio que...¡Todo el PIB de Dinamarca entera!

Y sus efectos en la bolsa y la economía mundiales no han hecho sino incrementarse: solo las empresas farmacéuticas que anuncian la aparición de fármacos parecidos suben en bolsa; las demás, bajan. Y las acciones de los fabricantes de donuts, chocolatinas y las marranadas que suelen meterse los obesos en la boca...¡Están bajando!

Por si fuera poco a esta revolución farmacológica, el fin de la obesidad, se le ha añadido ahora la última sorpresa que los fabricantes de semaglútidos cacarean: en los grupos de ensayo se han reducido los ataques al corazón un 25 % y no sólo porque sus integrantes están menos obesos, sino por ser un efecto colateral del medicamento en sí.

El día de ese anuncio en la sala de Boston estaban los mejores cardiólogos del país y la pregunta unánime era: ¿estamos ante el fin de la comida basura? ¿cambiará el nuevo medicamento la demografía de los países más avanzados tan castigada por las enfermedades metabólicas, diabetes y su repercusión en la salud cardiaca?

Y otra cuestión con derivada social: ¿cuándo pagará la sanidad pública el medicamento? Porque, de momento, solo parece al alcance de quienes creen que nunca tienes demasiado dinero ni estás demasiado delgado ni eres demasiado rico: el consumo de los pinchazos milagrosos antiobesidad se ha triplicado este año hasta el punto de que se encuentra agotado en muchos países pese a que pueden costar más de 1000 euros al mes y nunca menos de 300, según las dosis recetadas. Los analistas esperan que en el 2030 se pinchen semaglútidos hasta 48 millones de estadounidenses y un número similar de europeos.

Los semaglútidos, arguyen los fabricantes, son caros; pero más caro aún resulta estar obeso. Y aplicando el cuento los están recetando los psiquiatras para evitar la obesidad causada por los antidepresivos o se lo pinchan ya preventivamente quienes observan síntomas prediabéticos.

En el bando de los perdedores, Coca Cola y Pepsi con todas sus filiales de comida basura empaquetada, que es el resultado de años de investigación en comestibilidad para hacerla irresistible, empiezan a notar el efecto de la bajada de la ansiedad devoradora en su facturación. Pero la obesidad no es solo consecuencia de esas pulsiones: pasamos demasiado tiempo sentados ante las pantallas o en nuestros coches y, en general, comemos demasiado y no siempre sano. Y eso no lo van a arreglar ningún quitahambre.

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