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En busca de cobertura

30 enero 2023 18:57 | Actualizado a 31 enero 2023 07:00
Albert Surio
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El pleno del Congreso que aprobó el martes el plan anticrisis ha sido un anticipo de las tormentas que se avecinan. La polémica por el envío de tanques a Ucrania ha terminado por escenificar un conflicto en el Ejecutivo que fractura al bloque de poder. La división entre el PSOE, a favor de la decisión de suministrar a Ucrania carros de combate, y de Unidas Podemos, en contra, no es novedosa pero contrasta con la situación de la coalición alemana de gobierno, en donde los verdes han presionado paradójicamente al canciller socialdemóctata Scholtz a favor de la iniciativa.

El paquete legislativo de Sánchez salió adelante con la abstención de Esquerra, que expresó así su malestar por el bloqueo de la negociación presupuestaria en Cataluña entre los republicanos y el PSC, un problema que está a punto de desbloquearse con el respaldo de los socialistas a las Cuentas de Pere Aragonès. Rufián dejó su aviso para navegantes al advertir que si el Gobierno enfriaba la ambición social de sus apuestas, corría el riesgo de perder el apoyo de los independentistas catalanes en Madrid.

La advertencia adquiere su sentido, sobre todo, de cara a la próxima legislatura, en la que Pedro Sánchez debería fraguar de nuevo una alianza con sus actuales socios de investidura si quiere seguir en el poder. Por eso, los aliados exhiben el precio de su respaldo, lo que genera sus tensiones. Por eso, el PNV avisa de que no se le puede llevar de «la soga», obligado, cuando se queja de que algunas cuestiones siguen empantanadas.

Pedro Sánchez fía parte de su suerte a que el fantasma del apoyo de Vox resulte suficientemente movilizador ante la posibilidad cierta de retroceso en determinadas conquistas democráticas

En ese contexto hay que interpretar también la propuesta del PP de Alberto Núñez Feijóo de pactar con el PSOE un cambio legislativo que garantice el respeto al candidato de la lista más votada. Es inevitable enmarcar el asunto, que ha sido rechazado de pleno por el resto de partidos, ante un escenario en el que Vox puede convertirse en una pieza necesaria para el PP a la hora de articular una mayoría suficiente para alcanzar el poder. Por eso, o el PP quiere eludir ese debate, que pende como una espada de Damocles, o comienza a construir una coartada para endosar la responsabilidad al PSOE ante la eventualidad de que resulte necesaria esa entente para esa unión de toda la derecha.

Cuando las encuestas revelan que en una parte de la ciudadanía se percibe la política como un problema es que algo profundo está fallando en el sistema democrático

El PSOE capitaneado por Pedro Sánchez fía parte de su suerte a que el fantasma del apoyo de Vox resulte suficientemente movilizador, no tanto por la presencia en sí de la extrema derecha sino ante la posibilidad cierta de retroceso en determinadas conquistas democráticas. La derecha está bastante excitada pero la izquierda se encuentra más despistada y desmovilizada, entre otras cosas porque la estrategia de ruido permanente e hipertensión no le viene bien, confunde a su electorado y lo desmotiva.

Cuando las encuestas revelan que en una parte de la ciudadanía se percibe la política como un problema es que algo profundo está fallando en el sistema democrático que, sinceramente, debe corregirse a tiempo a no ser que pongamos en serio peligro las reglas de juego que nos hemos dotado.

La semana pasada también se vio convulsionada por el asesinato de un sacristán en Algeciras tras el ataque de un ‘lobo solitario’. El hecho pone de relieve la importancia de no bajar la guardia ante el terrorismo yihadista y la amenaza que supone. Las primeras reacciones tras el crimen han coincidido en la templanza, sin entrar en el marco tóxico de Vox. Por eso, resulta un error que Feijóo se haya deslizado en algún comentario sobre el territorio resbaladizo del conflicto entre religiones. Como jefe de la oposición y dirigente de un partido con vocación de Estado debe medir más sus palabras para no meterse en jardines innecesarios que le hacen, a la larga, el juego de la ultraderecha.

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