PSOE-Podemos: la hora de la verdad

Es lógico que Podemos no regale el gobierno al tándem Sánchez-Rivera a cambio de nada

19 mayo 2017 19:49 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:23
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La reunión de hoy entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se produce sin una previa aproximación de posiciones, lo que sugiere malos presagios de antemano. De entrada, las posiciones son muy distantes: por una parte, Iglesias mantiene su propuesta de un pacto ‘a la valenciana’. Como es conocido, tras las elecciones autonómicas de mayo del año pasado se formó un ejecutivo de coalición en el que participaron el PSOE (505.000 votos y 23 escaños), Compromís (453.000 votos y 19 escaños) y Podemos (280.000 votos y 13 escaños) con un total de 55 escaños frente a los 44 de PP+C’s. Ximo Puig (PSOE) y Mónica Oltra (Compromís) son la base del ejecutivo regional, del que aquel es presidente y esta, vicepresidenta, consejera y portavoz.

Sánchez, por su parte, no accederá a semejante pretensión, que encierra una trampa: en el ámbito estatal, la suma de PSOE y Podemos no alcanza la mayoría absoluta del parlamento, por lo que la investidura del líder socialista sólo sería posible si se produjera la abstención de alguna de las formaciones soberanistas. Semejante opción vulnera una ‘línea roja’ impuesta por el comité federal socialista y transgrede probablemente los principios del candidato, que no quiere deber su posición a la benevolencia de Esquerra Republicana o de la antigua CDC.

Pero, además, sería muy difícil para el PSOE aceptar que el estridente Iglesias ocupase una vicepresidencia ejecutiva en un gobierno presidido por Sánchez después de los insultos e impertinencias vertidas por el líder de Podemos, quien, además de descalificar a alguno de los ilustres activos del partido socialista, ha manifestado abierta e hiriente desconfianza hacia el PSOE: no se pacta con quien desconfía de uno, obviamente. La pretensión de Sánchez consiste en que Podemos se abstenga para que la alianza centrista PSOE-C’s pueda gobernar a cambio de determinadas concesiones que podrían incluir o no una cierta corresponsabilidad. Podemos no tiene en estos momentos una postura monocorde ya que es notoria la fractura entre Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, debida en teoría a causa organizativas pero también estratégicas de mayor calado. Errejón ha discrepado del modo como Iglesias ha conducido la relación con el PSOE, lo que no significa que el número dos del partido esté dispuesto a una postura complaciente con los socialistas pero sí que si Iglesias quiere recomponer los puentes deberá ensayar alguna opción intermedia.

El margen de actuación de Podemos no es ilimitado porque si, después de fracasar su propuesta máxima –la vicepresidencia para Iglesias–, hubiese que repetir elecciones, sería difícil que el electorado no reprochase a la formación populista la continuidad de Rajoy en funciones durante más de medio año y la frustración de un gobierno de cambio que podría comenzar a renovar muchos de los anacronismos de este país y de este régimen. En otras palabras, es lógico que Podemos no regale el gobierno al tándem Sánchez-Rivera a cambio de nada, pero ya no lo es tanto que deje de explorarse la gama de grises de una solución intermedia. Máxime después de la experiencia de Syriza, en la que Tsipras ha tenido que reconocer que en el seno del Eurogrupo no caben experimentos como los que Podemos lleva en su cartera socioeconómica.

Es probable que un acuerdo de esta naturaleza sea imposible si no presiona sobre las circunstancias el miedo escénico de un fracaso a tiempo tasado. En otras palabras, el paso de los días y la creciente proximidad al 2 de mayo empujan a los negociadores, que ven como puede escapárseles de las manos una gran oportunidad, quizá irrepetible. Y este angustioso clima terminal puede obrar prodigios.

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