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    De ruta por Tarragona: En busca de la ciudad perdida

    En los tiempos en que el río Ebro era navegable hasta Zaragoza, el puerto natural de Los Alfaques captó la atención de militares y comerciantes por su situación natural

    21 febrero 2024 18:51 | Actualizado a 22 febrero 2024 10:00
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    En los tiempos en que el río Ebro era navegable hasta Zaragoza, el puerto natural de Los Alfaques captó la atención de militares y comerciantes por su situación natural. En aquella tierra antaño frontera superior de Al-Ándalus, un ingeniero barcelonés propuso la construcción de una ciudad de estilo neoclásico que respondiera a las necesidades de las gentes que frecuentaran el único puerto tarraconense que podía comerciar con Las Américas.

    He aquí el objetivo de la ruta de esta semana: descubrir la laguna de La Tancada, desde la que tendremos una excelente panorámica de la bahía en la que, si el proyecto se hubiera completado, observaríamos una ciudad monumental cuyo nombre honraría al propio Carlos III. Si bien el municipio fue abandonado, floreció una población cuyo nombre cambiaría en noviembre de 2021. Así, ¿cuál es la ciudad perdida?

    Instrucciones de la ruta

    Completaremos el recorrido en sentido contrario a las agujeras del reloj. Desde el mirador meridional, allá donde hemos aparcado, caminamos en dirección oeste por la Carretera de Baladeres hasta que podamos girar a la derecha por la Carretera de les Salines al Poblenou del Delta. Visitaremos el segundo de los observatorios y descubriremos las divisiones de las antiguas salinas de San Antonio, en desuso desde la década de los setenta. Continuaremos por el asfalto a fin de girar a mano derecha por la vía que discurre paralela al Desagüe de Magdalenes.

    Finalmente, con ánimo de completar el recorrido circular alrededor de la laguna, giramos de nuevo a la derecha en el segundo cruce. El último punto de interés será el mirador de Raimundo, desde el que divisaremos el punto de inicio. Así cerramos el círculo que hemos dibujado. Completada la ruta, podemos caminar por la playa de la península de la Banya, visitar la antigua torre defensiva de Sant Joan o descubrir uno de los mayores iconos del Delta de l’Ebre, el Faro del Fangar, situado justo en la cara opuesta.

    Dificultad de la ruta

    Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables.

    El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad física, esta ruta es fácil a juzgar por sus 9,75 kilómetros de distancia y nulo desnivel positivo o subida. He aquí una de las características por las que se yergue como un itinerario que puede recorrerse cómodamente en bicicleta. En lo que respecta a la complejidad técnica, es aconsejable abrigarse debido a que la humedad propia del delta, unida al viento, agudiza la sensación térmica. Serán de especial ayuda los guantes, sobre todo si hacemos el recorrido a primera hora del día durante el invierno o primavera y queremos tomar fotografías de las aves.

    La ciudad neoclásica

    El 12 de octubre de 1778, el rey Carlos III de España firmó el Reglamento para el comercio libre, ley que habilitaba a trece puertos españoles a comerciar con Las Américas. Entre ellos se encontraban los de Barcelona, Palma de Mallorca y, en la provincia de Tarragona, Los Alfaques, un puerto rodeado por pantanos y dos flamantes brazos formados por los sedimentos arrastrados por el río.

    Los comerciantes catalanes no tardaron en ver una oportunidad de negocio en el lugar antaño azotado por los corsarios berberiscos: la construcción de un canal que facilitara el comercio hacia el interior peninsular y la mediterránea. De este modo, con el apoyo de José Moñino y Redondo, el conde de Floridablanca, medio millar de trabajadores empezaron la obra en el verano de 1778.

    La empresa fue gestionada por Francesc Canals, el empresario que, a su vez, debía construir una población que respondiera a las necesidades de quienes frecuentaran la zona. A ello se sumaba al proyecto de fortificación del puerto elaborado por Francisco Llovet, quien proponía, además, la construcción de una localidad cuyo nombre honrara a Carlos III.

    De esta manera, el ingeniero barcelonés propuso que la localidad fuera conocida como la Real Ciudad de San Carlos de La Rápita, una ciudad de estilo neoclásico cuyas obras se abandonaron en el 1794. Sin embargo, hoy pueden apreciarse algunos de los edificios construidos entonces, como la Església Nova, que fue consolidada por el consistorio en el año 1991. ¿Cómo sería hoy la población si se hubiera culminado este ambicioso proyecto? Sólo quedan la historia y la imaginación.

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